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Autor: Juan Pablo Fernandez Cubillos - Neurología Fundación Valle del Lili
Una crisis epiléptica se produce cuando un grupo de neuronas en el cerebro produce una actividad eléctrica exagerada, una especie de “tormenta eléctrica”. Normalmente las neuronas trabajan a una frecuencia de 200 ciclos por segundo. Durante una crisis las neuronas trabajan a una frecuencia de 500 ciclos por segundo. Como consecuencia existen varios tipos de crisis epilépticas de acuerdo con el lugar del cerebro que está afectado.
Los síntomas de una crisis epiléptica focal son diversos y aparecen de repente, como, por ejemplo, una sensación de vacío en el abdomen, temor, palpitaciones, una sensación de déjà vu, una alucinación en el olfato o en el gusto, un movimiento repetitivo en la mitad de la cara, en una mano o en una pierna o bien dificultades en la expresión del lenguaje. Durante la crisis, la persona puede tener compromiso en su estado de consciencia y no responder cuando se le llama, comportarse de manera extraña y puede hacer movimientos automáticos con la boca (chupeteo, masticación) y/o las manos. Posteriormente hay un periodo de confusión que dura algunos minutos antes de regresar a su estado autónomo.
Por otro lado, las crisis epilépticas pueden ser generalizadas cuando se originan de neuronas que se activan al mismo tiempo en ambos hemisferios cerebrales. En este caso, las crisis epilépticas pueden ser tónico- clónicas, crisis de ausencia que suceden con mayor frecuencia en los niños, y crisis de mioclónicas entre otras.
Las crisis tónico-clónicas, que quizás son el tipo de crisis que estamos más acostumbrados a ver, se caracterizan porque la persona sufre una pérdida súbita de la consciencia, cae al piso y mueve de manera violenta sus extremidades. Casi siempre los ojos están abiertos, la piel toma una coloración morada y puede haber mordeduras de la lengua y/o relajación de esfínteres.
Es fundamental entender que la presencia de una crisis epiléptica no es sinónimo de padecer epilepsia. Se estima que 1 de cada 10 personas a lo largo de su vida puede tener una crisis epiléptica, como consecuencia de fiebre, caída en los niveles de sodio o azúcar, exposición a medicamentos como los opioides o algunos antibióticos o bien exposición a tóxicos como alcohol o drogas. En este caso, la crisis epiléptica se denomina crisis epiléptica provocada. Se debe corregir la causa que la produjo y no requiere del uso de medicamentos antiepilépticos en el largo plazo.
La epilepsia es una enfermedad crónica caracterizada por una actividad cerebral anormal, que produce crisis epilépticas no provocadas recurrentes, es decir que ocurren al menos dos crisis epilépticas con un intervalo mayor a 24 horas entre ellas.
Siempre es necesario realizar estudios de resonancia magnética cerebral y electroencefalograma para complementar la información. Una evaluación con un neurólogo y/o especialista en epilepsia permitirá confirmar el diagnóstico y elegir la mejor alternativa de tratamiento de manera individualizada.
Con aproximadamente 50 millones de personas de todas las edades afectadas por esta enfermedad en todo el mundo, la epilepsia es unas de las enfermedades neurológicas más frecuentes.
La prevalencia de la epilepsia en el mundo es de 7.6 por cada 1.000 habitantes, siendo mayor en países de bajos ingresos (8.75 por cada 1.000 habitantes) comparada con la prevalencia en países de altos ingresos (5.18 por cada 1.000 habitantes).
La causa de la epilepsia: puede ser estructural, genética, infecciosa, metabólica, o inmune. En los niños las causas más frecuentes son genéticas, lesiones perinatales y malformaciones del desarrollo cortical. En los adultos las causas más frecuentes son encefalitis/meningitis, enfermedad cerebrovascular, trauma craneoencefálico y tumores cerebrales. En los adultos mayores se deben tener en cuenta las enfermedades neurodegenerativas como la demencia tipo Alzheimer, el trauma craneoencefálico y los tumores cerebrales.
La diferencia de las causas entre diversos grupos de edad en la que las causas genéticas y de alteraciones en el desarrollo predominan en la niñez y el trauma, la enfermedad cerebrovascular y los tumores predominan en la edad adulta. Es importante mencionar que la causa es desconocida en aproximadamente el 50% de los casos.
La mayoría de las personas con epilepsia puede hacer las mismas cosas que las personas sin la enfermedad y vivir una vida exitosa y productiva. En la mayoría de los casos no afecta la elección del trabajo o el rendimiento.
Sin embargo, en otro grupo de pacientes la epilepsia conlleva un alto riesgo de discapacidad, comorbilidad psiquiátrica, aislamiento social y muerte prematura.
Aproximadamente la mitad de los adultos con epilepsia tiene al menos otro problema de salud. Las personas con epilepsia enfrentan una enfermedad que puede afectar su calidad de vida en múltiples aspectos como son: físico (aumento en el riesgo de trauma y muerte), psicológico (aumento en el riesgo de ansiedad y depresión), cognitivo (la epilepsia y los medicamentos están relacionados con compromiso cognitivo), social y ocupacional (estigmatización, limitaciones para conducir vehículos y trabajar).
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