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Otra importante función de los ovarios es la producción de hormonas: estrógeno, progesterona y una mínima cantidad de testosterona. Las dos primeras permiten la diferenciación de las características sexuales femeninas en la adolescencia y, mes a mes, el proceso de ovulación. Cuando no hay fertilización, se produce la menstruación. El ovario está compuesto por tres grupos principales de células: las epiteliales, que forman su estructura; las germinales, que son las células reproductoras; y las células de los cordones sexuales y el estroma, que producen las hormonas.
El cáncer es una de las enfermedades más temidas por la mayoría de las personas y puede presentarse en cualquier órgano del cuerpo. En términos generales, es un proceso de replicación celular desorganizada y descontrolada en un tejido. Si bien su causa no se conoce con certeza, en algunos casos puede haber una predisposición genética o ser consecuencia de exposición continúa a factores tóxicos como virus, radiaciones o sustancias nocivas.
El cáncer de ovario es una enfermedad agresiva, silenciosa, y con síntomas poco específicos, lo cual dificulta su rápida detección, por lo que usualmente su diagnóstico se obtiene en estados avanzados de la enfermedad.
Una mujer tiene entre 2 y 3 % de posibilidades de sufrir cáncer de ovario a lo largo de su vida; sin embargo, esas probabilidades se incrementan al llegar a la menopausia. Existen otros factores que pueden aumentar ese riesgo o hacer que se presente más temprano, tales como obesidad, endometriosis, antecedentes en familiares cercanos (padres, hermanos, tíos, primos, abuelos o hijos) de cáncer de mama, ovario, próstata, páncreas o tiroides, tanto en línea materna como paterna.
En cuanto a su frecuencia, el cáncer de ovario a nivel mundial ocupa entre el quinto y séptimo lugar como causa de cáncer en mujeres, pero es responsable de la mayoría de las muertes por cáncer en esta población. En Colombia, cada año se presentan alrededor de dos mil casos y mueren aproximadamente mil doscientas mujeres por esta enfermedad.
Existen diversos tipos de cáncer de ovario (epitelial, germinal, estromal) que dependen del grupo de células donde se haya presentado la pérdida de control celular. El cáncer de células epiteliales o estructurales del ovario es el tipo más común, responsable de la mayoría de los casos y, debido a su agresividad, de la mayoría de las muertes. Se presenta con mayor frecuencia en mujeres mayores de 50 años, con un pico de incidencia alrededor de los 65 años.
El cáncer de ovario que se presenta en mujeres jóvenes se origina mayormente en células germinales y, en algunos casos, en células estromales. Puede presentarse en mujeres entre los 20 y los 30 años, siendo mucho menor su frecuencia y agresividad. En estos casos suelen presentarse síntomas tempranamente, lo que facilita su rápida intervención, tratamiento y pronóstico.
Desafortunadamente, el cáncer de ovario no cuenta con medios diagnósticos que permitan detectarlo tempranamente. Estudios como la citología sirven para determinar el riesgo de cáncer de cuello uterino, pero no evalúan el resto de las estructuras del aparato reproductor femenino.
Las mujeres con historia familiar de cáncer de seno, ovario, próstata, colon o páncreas, pueden tener conocimiento de una alteración genética ya identificada en su familia. La más frecuente o conocida es la mutación en el gen BRCA. Cuando esto se detecta en una familia se habla de síndrome heredofamiliar de cáncer y es posible considerar cirugías reductoras de riesgo para cáncer de ovario después de los 35 años. Estas cirugías consisten en retirar los ovarios y las trompas uterinas para minimizar el riesgo de cáncer de ovario, sin embargo nunca se eliminará el riesgo por completo.
En algunas ocasiones se retira toda la trompa uterina una vez se decide no tener más hijos, con el fin de disminuir el riesgo de cáncer de ovario, un procedimiento conocido como salpingectomía.
Si estos síntomas son nuevos, persistentes y se presentan más de tres veces por semana, debe consultar de inmediato con su médico y explicarle con detalle todos los síntomas. Trate de ser clara sobre el tiempo de evolución de cada uno de ellos e indique si hay antecedentes de cáncer en su familia, ya sea por línea materna o paterna.
Si los síntomas persisten es necesario que el médico realice una ecografía del abdomen y si esta reporta la presencia de una masa en la pelvis, se deberán realizar imágenes complementarias, tales como tomografías, resonancias y medición de sustancias en sangre, conocidas como marcadores tumorales.
Si se confirma la presencia de una masa altamente sospechosa de malignidad, su caso deberá ser manejado por un especialista en ginecología oncológica. Este especialista, basándose en los resultados de imágenes, podrá determinar si la enfermedad se encuentra en un estado temprano, es decir, confinada a los ovarios, o en un estado localmente avanzado que compromete todo el abdomen, incluyendo la superficie de los intestinos, el omento (la grasa que recubre los intestinos), el peritoneo, el hígado y el bazo. Este compromiso extendido se denomina carcinomatosis.
El especialista evaluará también si el cáncer se encuentra en un estado metastásico, es decir, si ya hay presencia de la enfermedad en otros órganos fuera del abdomen, como los pulmones o los huesos.
Es importante saber que el ovario, al tener tanta variedad celular, puede permitir el crecimiento de células tumorales que no son propias de él, es decir que presente un asentamiento de metástasis de tumores originados en otros órganos, como estómago, colon o mama. Estos tumores no son infrecuentes y suelen ser lesiones bilaterales, por lo cual es necesario realizar estudios endoscópicos para su confirmación y manejo multidisciplinario.
Cuando el cáncer de ovario se encuentra en estado temprano, el tratamiento se inicia con cirugía, que consiste en remover los ovarios, útero, ganglios y omento. En el caso de mujeres con deseo de fertilidad y tumores limitados a un ovario, es posible ofrecer tratamiento conservador de fertilidad removiendo solamente el ovario afectado por el tumor, el omento y los ganglios.
Después de la cirugía, todos los tejidos retirados se envían a patología y con la información que brinda el estudio microscópico y molecular del tumor se define si es necesario administrar quimioterapia.
La cirugía es la piedra angular del tratamiento para cáncer de ovario; su objetivo es retirar todo compromiso evidente de tumor, lo cual en casos avanzados puede implicar retirar (con el apoyo de cirujanos oncólogos gastrointestinales) órganos como el bazo, parte del hígado, páncreas, estómago o intestino. En ocasiones y debido al extenso compromiso de la enfermedad, no es posible lograr ese objetivo; por ello se suele tomar una biopsia, bien sea guiados por imágenes o a través de laparoscopia que consiste en una cirugía de mínima invasión en la que a través del ombligo o arriba de este se introduce una cámara al interior del abdomen, y por otro orificio de 5mm se introduce una pinza y se toman muestras.
Si se confirma el diagnóstico maligno y la extensión del mismo, se procede a iniciar el tratamiento con quimioterapia por tres o cuatro ciclos, al cabo de los cuales se evalúa nuevamente con imágenes y marcadores tumorales para conocer la respuesta al tratamiento y planear la cirugía. Después de la cirugía se recibe nuevamente quimioterapia.
Una vez que el paciente ha terminado su tratamiento, inicia un periodo de seguimiento trimestral, en el cual se incluyen: examen físico, toma de muestras de laboratorio e imágenes periódicas. La principal probabilidad de reaparición de la enfermedad es en los dos primeros años, pero se debe vigilar estrechamente durante los cinco años siguientes al diagnóstico.
En caso de que reaparezca el tumor, las estrategias de tratamiento se programan según cada paciente y pueden incluir nuevamente cirugía, quimioterapia y medicamentos novedosos llamados “dirigidos” o “de mantenimiento”, que buscan retrasar la reaparición de la enfermedad.
En conclusión, el cáncer de ovario es una enfermedad de relativamente poca frecuencia, pero muy agresiva. Suele afectar principalmente a mujeres durante la menopausia. Es difícil sospechar que una persona esté en riesgo de presentarlo, excepto entre quienes tienen un síndrome heredofamiliar de cáncer y no tiene herramientas diagnósticas de rutina para su detección temprana.