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Esta confusión suele llevar a la automedicación con antibióticos innecesarios o a tratamientos inadecuados, lo que puede prolongar los síntomas, aumentar el riesgo de complicaciones y contribuir al desarrollo de resistencia antimicrobiana.
Las ITU son la segunda causa más frecuente de infección en la población general, con una prevalencia de hasta un 50 por ciento de probabilidades de que una mujer la contraiga a lo largo de su vida. Aproximadamente el 25-30% de las mujeres experimentarán una recurrencia en los seis meses siguientes a un episodio de cistitis no complicada. Por otro lado, las infecciones vaginales, tal como la vaginosis bacteriana, la candidiasis vulvovaginal y la tricomoniasis, son responsables del 70-90% de los casos de flujo vaginal anormal en mujeres en edad reproductiva.
Dado que estos dos tipos de infecciones pueden presentar síntomas similares, es fundamental diferenciarlas correctamente para evitar errores diagnósticos y asegurar un tratamiento adecuado. En este artículo explicaremos las características principales de cada una, su diagnóstico diferencial y las mejores estrategias para su tratamiento y prevención.
Las ITU pueden afectar cualquier parte del sistema urinario, pero la más común es la cistitis no complicada, que se produce cuando bacterias uropatógenas ascienden por la uretra hasta la vejiga. Escherichia coli es el agente etiológico en más del 80% de los casos.
El diagnóstico de una ITU se basa en la clínica y en la confirmación con urocultivo, que demuestre bacteriuria significativa (≥10⁵ UFC/mL en orina tomada en la mitad del chorro miccional). Es fundamental realizar una adecuada toma de la muestra, ya que un error en la técnica puede llevar a falsos diagnósticos.
Las infecciones vaginales afectan la mucosa vaginal y pueden ser causadas por desequilibrios en la microbiota o por agentes infecciosos. Las tres principales son:
Flujo vaginal anormal (cantidad, color u olor alterado). Prurito, ardor e irritación vulvovaginal. Dispareunia (dolor durante las relaciones sexuales).
Las infecciones vaginales no suelen presentar disuria aislada ni síntomas urinarios marcados. Si hay molestias urinarias leves acompañadas de flujo vaginal anormal, se debe sospechar primero una infección vaginal.
El diagnóstico se basa en la clínica y en estudios complementarios como:
Confundir una ITU con una infección vaginal (o viceversa) puede llevar a tratamientos inadecuados. El uso empírico de antibióticos sin un diagnóstico claro contribuye a la resistencia antimicrobiana, un problema creciente a nivel mundial.
Por ello, en casos de síntomas mixtos o recurrentes, se recomienda:
Las infecciones urinarias y vaginales tienen síntomas en común, pero sus causas y tratamientos son distintos. Un diagnóstico adecuado evita errores terapéuticos y reduce la recurrencia de las infecciones.
Es fundamental que las pacientes conozcan los signos clave de cada infección y eviten la automedicación. Consultar a un especialista ante síntomas persistentes es la mejor estrategia para preservar la salud urogenital.