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El Trauma Psíquico (TP) es una afectación emocional, cognitiva, física, social o espiritual relacionada con la exposición a maltrato o violencia física o psicológica, ya sea sutil o evidente. Puede ocurrir en cualquier momento de la vida y tiene efectos acumulativos. En los menores, el TP afecta el desarrollo del cerebro, con cambios cognitivos y emocionales tempranos, así como alteraciones en la salud física, mental y adictiva del adolescente y del adulto.
Además de las ACEs más comunes, se han descrito otras experiencias con potencial efecto de Trauma Psíquico en los menores y en los adultos, por ejemplo, un conflicto armado, un desastre natural, la violencia interpersonal, etc. Las estadísticas sugieren que entre el 25 y el 30% de la población mundial ha experimentado algún trauma significativo en su vida. En Colombia, una de cada cinco personas ha estado expuesta a violencia relacionada con el conflicto armado. El Estudio Nacional de Salud Mental de 2015 plantea que la violencia afecta todos los hogares, especialmente a la población más pobre expuesta a situaciones de guerra y desplazamiento forzado.
En las últimas décadas se ha avanzado en la comprensión de los mecanismos psicológicos y biológicos del Trauma Psíquico. En esta Carta de la Salud se aborda el concepto de las experiencias adversas en la infancia y la adolescencia y el Trauma Psíquico, sus características, consecuencias en la adultez y recomendaciones.
En la figura 1 se describen varios niveles en los cuales puede ocurrir la experiencia traumática. Si bien es cierto que se acostumbra a describir las experiencias que ocurren a nivel individual, no se puede perder de vista que una misma experiencia o grupo de experiencias traumáticas puede ocurrirle a familias o grupos amplios de población.
En relación con los tipos de experiencia potencialmente traumáticas, en la figura 2 se describen ejemplos en menores o adultos.
Desde hace siglos en la literatura general y especializada se describe el impacto emocional producido por la exposición a situaciones de guerra y conflicto armado, con frecuencia causante de adicciones. En el último siglo se ha escrito sobre la neurosis de guerra observada en los veteranos, que llevó a incluir el diagnóstico de trastorno de estrés postraumático en la década de 1980 y, más recientemente, el trastorno de estrés postraumático complejo. Este último está asociado a la exposición a múltiples experiencias adversas, con efecto de trauma acumulado. En la figura 2 se presentan diversos ejemplos de experiencias traumáticas, además de las experiencias de guerra.
Sin embargo, fue solo a final del siglo XX e inicios del XXI, a raíz de un estudio en una población de 9,508 adultos enfermos crónicos (estudio ACE) entre una aseguradora norteamericana y el Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos, que se logró identificar que las ACEs tenían un potencial efecto traumático que afectaba no solo la salud mental y adictiva del niño y del adolescente, sino que su efecto se extendía hasta la edad adulta con riesgo de conductas no saludables (abuso de tabaco, alcohol, sustancias, cumplimiento deficiente de tratamientos, dieta inadecuada y obesidad, sedentarismo, hipersexualidad, ánimo depresivo e intento suicida, entre otros) y enfermedades crónicas mentales (ansiedad, depresión, etc. ), así como de otros sistemas no mentales (enfermedad coronaria, hipertensión, cáncer, enfermedades autoinmunes, accidente cerebro vascular, enfermedad pulmonar obstructiva, alteraciones metabólicas y diabetes, envejecimiento acelerado, etcétera).
En la figura 3 se describe el impacto del TP en diferentes aspectos del funcionamiento de la persona.
El TP altera el desarrollo del cerebro, afectando particularmente estructuras reconocidas como necesarias para la memoria y la experiencia de las emociones (hipocampo); la respuesta de miedo y reacción de supervivencia (amígdala); y el control, planeación y toma de decisiones (corteza prefrontal). Estas alteraciones pueden resultar en afectación de los mecanismos de adaptación neuronal a los cambios (neuroplasticidad) y cambios en la regulación de la expresión genética (epigenéticos). La persona queda en un estado de inseguridad permanente, que puede variar desde el miedo hasta el terror. Se afecta la respuesta de estrés normal y predecible, la cual usualmente es moderada y controlada. Al tornarse en una respuesta más impredecible, en algunos casos puede ser extrema y prolongada; con características de sensibilización, es decir que frente a pequeños estímulos puede haber respuestas mayores de estrés y pobre regulación de las emociones, demostrando alta vulnerabilidad. Además, se produce un déficit en la toma de decisiones.
Igualmente se presenta afectación de la resistencia al estrés (disminución de la ventana de tolerancia), con frecuentes episodios de percepción de estrés severo (hiperactivación) o de evitación del estrés (hipo activación). En el caso de la hiperactivación hay mayor predisposición a sentirse amenazado o inseguro, con una respuesta de tipo impulsivo o agresivo. En el caso de la hipo activación la persona puede tener una mayor predisposición a sentirse nerviosa o evitativa, y en casos extremos puede presentar reacciones de confusión y agotamiento. En ambos casos la hiperactivación o la hipo activación son mecanismos defensivos que utiliza la mente buscando proteger a la persona de nuevas exposiciones potencialmente traumáticas.
Se han descrito varios mecanismos que afectan la salud en otros sistemas corporales. Por un lado, el TP determina conductas poco saludables, tales como consumo de cigarrillo, alcohol o sustancias, que a su vez predisponen a enfermedades crónicas. Por otro lado, el incremento en la reactividad a estrés (estrés crónico) genera cambios hormonales como el aumento de cortisol, alteraciones en neurotransmisores relacionados con el sistema de estrés como la noradrenalina, y la dopamina; y alteraciones en sustancias propias del sistema inmune, predisponiendo al desarrollo o activación de diferentes patologías, tanto infecciosas como no infecciosas. Adicionalmente se pueden presentar alteraciones de los mecanismos regulatorios y contra regulatorios del denominado sistema nervioso autónomo o sistema de regulación no voluntaria de actividades fisiológicas como la frecuencia cardíaca, la respiración y la tensión arterial, predisponiendo a situaciones de taquicardia o síncope.
Existen diferentes instrumentos que evalúan la historia de experiencias traumáticas tempranas, como entrevistas o autoinformes. Algunos evalúan varios tipos de experiencias traumáticas, otros se enfocan solamente en un tipo. El estudio ACE utilizó el cuestionario para adultos de experiencias adversas en la infancia. Sin embargo, el diagnóstico de trauma psíquico en el adulto puede ser complejo y requerir de una evaluación profesional por personal de salud mental capacitado. Por otro lado, es importante resaltar que la mayoría de los casos en los niños no suelen ser detectados debido a la vergüenza que siente el menor, la dependencia que tiene del adulto o el entorno familiar en el que suceden.
El trauma transgeneracional se refiere a la transmisión de experiencias traumáticas y sus efectos psicológicos de una generación a otra. Este fenómeno puede ocurrir cuando padres que han sufrido traumas severos, como abusos, guerras o desplazamientos forzados, no logran procesar adecuadamente sus experiencias y transmiten a sus hijos patrones de comportamiento, actitudes y respuestas emocionales disfuncionales. Los efectos del trauma transgeneracional pueden manifestarse en problemas emocionales, cognitivos y sociales en las generaciones siguientes. Para contribuir a evitar el ciclo de transmisión del trauma se requiere fortalecer el apoyo social y familiar, promover entornos seguros y estables y educar a las familias sobre los efectos del trauma. Además, se recomienda implementar intervenciones tempranas y sostenidas que incluyan terapias psicológicas centradas en trauma.
se describen los traumas por acción (abuso, maltrato, consumo de alcohol o sustancias en el hogar, violencia doméstica, entre otros) y por omisión (poca atención, descuido, negligencia, abandono, etc.). Las personas que cuidan niños y adolescentes deben tener orientación, capacitación y en algunos casos nociones de psicoterapia, para evitar exponer a los menores a experiencias adversas potencialmente traumáticas. En caso de exposiciones específicas de trauma o abuso a un menor, se recomienda buscar ayuda médico-psicológica cuanto antes.
se describen los traumas por acción (abuso, maltrato, consumo de alcohol o sustancias en el hogar, violencia doméstica, entre otros) y por omisión (poca atención, descuido, negligencia, abandono, etc.). Las personas que cuidan niños y adolescentes deben tener orientación, capacitación y en algunos casos nociones de psicoterapia, para evitar exponer a los menores a experiencias adversas potencialmente traumáticas. En caso de exposiciones específicas de trauma o abuso a un menor, se recomienda buscar ayuda médico-psicológica cuanto antes.
cuando hay situaciones de enfermedades crónicas físicas y mentales, con historia de exposición a ACEs o de exposición a experiencias traumáticas acumuladas, la persona puede requerir manejo conjunto de la especialidad médica y del equipo de salud mental. Se debe hacer una evaluación diagnóstica, posterior a la cual se hace un plan de tratamiento usualmente interdisciplinario. Algunas formas de tratamiento que han demostrado utilidad para manejo de las consecuencias de trauma psíquico incluyen:
En casos severos en los cuales se afecte la funcionalidad es probable que se requieran otras intervenciones interdisciplinarias en salud mental. La psicoterapia en el adulto es la piedra angular del manejo del trauma temprano. La terapia cognitivo conductual orientada a trauma, que se centra en identificar y cambiar patrones de pensamiento y comportamiento negativos, es la de mayor evidencia. También se han estudiado otros tipos de terapias relevantes en trauma como la terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR), la terapia cognitivo-dialéctica orientada a trauma. Además, dependiendo del caso, es posible que se requiera a veces manejo con psicofármacos, prescritos bajo supervisión de un psiquiatra.
Otras formas de terapia orientadas a trauma son: psicoterapia de sistemas familiares internos (sigue lineamientos de psicoterapia sistémica, pero se trabaja en la persona individual), psicoterapia sensoriomotora (es individual y tiene en cuenta características físicas, hábitos motores, etc. ), hipnoterapia (basada en hipnosis), psicoterapia con neurofeedback orientado a trauma (con apoyo de técnicas de electroencefalografía, orientada a mejorar dialogo cruzado entre redes neuronales), psicoterapia sensoriomotora de regulación de la activación -SMART(utiliza algunos elementos propios de un gimnasio, pero guiada por un psicoterapeuta) y otras.
En países desarrollados, dada la comprensión que se tiene sobre la alta prevalencia de eventos traumáticos en la infancia en las poblaciones de enfermos crónicos, se ha desarrollado el concepto de atención o cuidado informado en trauma. Este consiste en la formación y entrenamiento de los profesionales de la salud de los centros hospitalarios en los aspectos básicos sobre el trauma psíquico, para que tengan un crecimiento personal, una mejor comprensión de sí mismos y de sus colegas y en conjunto puedan ofrecer una atención personalizada y humanizada. Se espera generar así un ambiente y una cultura de trabajo más positiva con mejores desenlaces y menores riesgos.
Estos conceptos son aplicables a otros contextos laborales y familiares. Por ejemplo, una persona con cargo de supervisor o jefe, profesional de la salud, profesor, padre de familia, líder religioso o entrenador de un equipo deportivo, etc., debe tener un mayor autoconocimiento en relación con su historia personal y la forma de relacionarse, para así ofrecer un entorno psicológicamente seguro y saludable para las personas que lidera.
El trauma psíquico es un problema frecuente en el mundo y puede causar efectos profundos y duraderos en la salud física, mental y en el riesgo adictivo. La prevención y la intervención temprana pueden mitigar su impacto y cortar su transmisión a futuras generaciones. Por ello es importante solicitar el apoyo oportuno de profesionales de la salud.