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Se estima que 136 millones de personas en el mundo experimentarán una severa desregulación emocional en algún momento de su vida, una condición que puede afectar de manera significativa su bienestar e incluso poner seriamente en riesgo su salud. Por esta razón es fundamental contar con tratamientos efectivos que ayuden a gestionar el sufrimiento emocional, proporcionando herramientas basadas en la evidencia para aliviar el dolor y el malestar psicológico.
La terapia dialéctica conductual (DBT por sus siglas en inglés) ha sido un tratamiento estudiado e implementado alrededor del mundo para ayudar a personas con problemas severos para regular las emociones. En este sentido, la DBT busca que:
Las emociones están intrínsecamente vinculadas a la vida cotidiana, son reacciones que manifestamos ante lo que nos sucede y señales que nos ayudan a entender cómo nos afecta el contexto y cómo debemos actuar. Nos ayudan también a dar una respuesta, adaptarnos, tomar decisiones en nuestro día a día y nos motivan y preparan para la acción (al igual que cuando escuchamos sonar repentina y fuertemente una alarma, nos sobresaltamos). (Miller y Rathus, 2014).
Todas las emociones cumplen una función vital en nuestra vida y en la comunidad (Quintero y Gagliesi, 2020). Las emociones nos dan información de que algo está sucediendo (“me siento nerviosa parada sola en este callejón oscuro”), comunican e influencian a otros, siendo la expresión facial, la postura corporal y el tono de voz una forma de comunicar a los demás cómo se está sintiendo.
Dado el papel crucial que juegan las emociones es esencial explorar el concepto de regulación emocional, que se refiere a los procesos mediante los cuales una persona gestiona sus emociones y ajusta sus respuestas para alcanzar metas específicas, adaptarse al entorno o promover el bienestar individual y social.
La regulación emocional implica influir en la experiencia emocional al modificar la intensidad, la duración y la expresión de las emociones que surgen en diferentes situaciones. Este proceso puede representar estrategias tanto conscientes como automáticas, utilizando recursos internos como pensamientos y externos como el apoyo social para modular las respuestas emocionales.
Por otra parte, está estrechamente vinculada con variables como la personalidad, el afrontamiento, la inteligencia emocional, los problemas conductuales, el bienestar subjetivo (sentirse contento con la vida personal o sentirse satisfecho con el trabajo), las emociones positivas (alegría, calma) y negativas (miedo, tristeza), el soporte social y las relaciones interpersonales, lo que la convierte en una habilidad compleja pero importante de desarrollar.
La desregulación emocional ocurre cuando las emociones son muy intensas y difíciles de controlar, afectando la manera en que pensamos, reaccionamos y nos relacionamos con los demás. Cuando alguien tiene desregulación emocional aquello que causa la emoción puede parecer pequeño para los demás (familiares, colegas, compañeros, etc.), pero también puede serlo para la persona que lo experimenta, haciendo difícil reconstruir qué fue lo que inició la cadena de eventos que llevó a la crisis. La tendencia de las personas que presentan desregulación emocional a auto invalidarse (“soy un desastre, por esta tontería me siento triste”), puede aumentar aún más la dificultad para reconocer lo que causó la respuesta emocional.
En un artículo en una revista especializada los autores Linehan Bohus y Lynch definen la desregulación emocional como “la incapacidad, incluso cuando se lo intenta seriamente, para cambiar o regular las claves, las acciones, las respuestas verbales y no verbales cuando esto es necesario”.
Las conductas “problemáticas o impulsivas” (cortarse, tomas pastillas en exceso, practicar sexo de forma arriesgada) son estrategias aprendidas de regulación del sufrimiento emocional, cuando la persona no cuenta en su repertorio con conductas de afrontamiento alternativas o estas han sido castigadas en el pasado (por ejemplo, “está mal que llores”). Las personas con desregulación emocional no tienen la habilidad para mejorar o tolerar los estresores emocionales, interpersonales y conductuales de la vida. Los comportamientos suicidas pueden ser vistos como una forma de regular las emociones, solucionar los problemas o influir en el contexto. Esto sucede de dos maneras, de forma directa (ej. Al terminar la vida presumiblemente termina el sufrimiento, las conductas autolesivas mejoran el malestar haciendo que el individuo se duerma o se distraiga del estímulo emocional) o de manera indirecta (ej. Al generar ayuda del contexto).
La teoría biosocial va a explicar la aparición y mantenimiento de ese conjunto de conductas problemáticas. Esta teoría propone que los trastornos emocionales, son el resultado de la interacción entre factores biológicos y sociales. Según esta teoría, las personas con desregulación emocional tienen una alta vulnerabilidad biológica a la disfunción emocional, lo que significa que tienen una mayor reactividad emocional y dificultad para regular sus emociones. Sin embargo, esta predisposición biológica se ve exacerbada por un entorno social invalidante, en el que sus emociones y reacciones no son reconocidas o son descalificadas por los demás, especialmente en la infancia. Esta combinación de vulnerabilidad biológica y experiencias invalidantes contribuyen al desarrollo de comportamientos disfuncionales y a la dificultad para regular las emociones en la adolescencia y la vida adulta. La teoría resalta la importancia de intervenir tanto en la regulación emocional como en la mejora de las interacciones sociales para tratar los trastornos relacionados.
Con ello le apostamos a mejorar la salud mental de las personas atendiendo sus necesidades y trabajando en equipo para acompañar la construcción de una vida más valiosa.